lunes, 30 de junio de 2014

LOS NIÑOS DICEN LA VERDAD… Y LOS LIBROS TAMBIÉN. POR LO MENOS PARA BENJAMÍN.

Lunes 16 de junio de 2014. Visitamos la biblioteca del Jardín dentro de los días estipulados para el desarrollo de esta propuesta. Nos recibió la bibliotecaria con el libro “Lobos” de Emily Gravett . Les comentó a los niños que había encontrado este cuento que seguro nos iba a gustar a todos o por lo menos, eso esperaba. Además les aclaró, que si era de su agrado, lo daría a préstamos todo el año para que circule en nuestra biblioteca, ya que es un libro que ella cuidaba mucho y que lo prestaba en ocasiones especiales. Y que esta era una de ellas. Les mostró la tapa y la contratapa, leyó el título y el nombre de la autora. A algunos, les llamó la atención que el título era lobos y había un conejo en la misma. Un nene dijo que en la parte de atrás había huellas. Nos adentramos en el relato y Guadalupe interviene de inmediato: "Dice lo mismo en el libro. Las mismas letras"- haciendo referencia al título del cuento que estaba escrito en la tapa y, cotejándolo con el libro de lobos que saca de la biblioteca el conejo (personaje del cuento). La niña pudo observar que el conejo llevaba en sus manos un libro rojo en el cual se leía en negrita las mismas letras: LOBOS. El libro que leía el conejo, explicaba de manera informativa dónde viven los lobos, cuántos dientes tienen y qué les gusta comer. Benjamín, el niño que aún no había cerrado el tema de los colores de los lobos, ahora en voz alta comenzó repetir lo que el cuento le explicaba y permitía evacuar sus dudas: “Lobos grises, osos polares y lobos polares". Lautaro agregó: "Los lobos blancos están en la nieve". Parecía que el tipo de narración descriptiva, con características enciclopédicas, lo había terminado de convencer. El libro dijo una verdad para él. Construyó un significado que lo tenía preocupado, o por lo menos ocupado. Aquí se puede entrever ciertas habilidades y competencias lectoras que algunos niños logran desplegar para descubrir ciertas características que diferencian e identifican los distintos tipos de textos. Sin embargo, es tan interesante, que el conejo no se da cuenta de que una figura siniestra con garras y colmillos afilados comienza a desprenderse de las páginas para acecharlo. El relato de esta historia posee características informativas y las imágenes acompañan desde lo narrativo con mucha creatividad y originalidad convirtiéndolo en un libro álbum con muchísima riqueza literaria. Observando las imágenes y siguiendo el relato, los niños y niñas, comenzaron a descubrir este juego sugerente entre texto e imagen. Empezaban a escucharse diferentes voces, diversas lecturas de los niños: "El árbol tiene forma de cabeza de lobo". Otro sumó "Tiene la cabeza de lobo, cola de lobo"... y finalmente se escuchó "¡Tiene pies de lobo!". Guadalupe afirmó: “¡Es de suspenso!”, develando ese giro que sugería la imagen y el texto en ese juego conjunto. ¡Sí!.- dijo otro agregando- tupida significa que las colas son muy largas. Con mucho pelo.- remarcó la bibliotecaria. Para entonces, el personaje del conejo se encontraba caminando y subiendo por una cola enorme y peluda. De a poco iba transcurriendo la lectura y comenzaba a aparecer la figura del lobo más explícita. Hasta el momento sólo se veían partes de un todo en cuanto a la misma. El conejo se desplazaba por el lomo del animal y en la lectura hacía referencias a pulgas, chinches y otras plagas que afectan a todos los animales con mucho pelo y un nene preguntó entonces: “¿Qué son las chinches?” Y Galo le respondió: "A mí me picó una chinche". Entre el grupo se escucha de pronto la advertencia de Lautaro hablándole al personaje: ¡Estás en problemas! Y Guadalupe agrega: ¡Lo está mirando para comérselo! Y continuaron las exclamaciones cuando parece haber terminado la historia con la imagen del libro destrozado por el lobo. Joaquín gritaba: -¡El libro! ¡Rompió el libro! Federico se sumó: ¡Lo mordió! -¡Lo rasguñó! – dijo Muriel. Leandro trataba de explicar: -Es como si el lobo lo mordió acá- señalando la punta del libro que tenía la bibliotecaria en sus manos. -¡Con el diente lo mordió!- agregó Joaquín. En este momento se genera la tensión. La bibliotecaria hace una pausa en la lectura. Los niños se quedan en silencio. Parecía que nadie se atrevía a decir lo que le había ocurrido al conejo, a pesar de que algunos lo habían advertido. Luego, da vuelta la página y prosigue con la lectura. Todo se va distendiendo a medida que la autora escribe un final alternativo. Parecía fatal el destino del conejo, pero este giro sobre el final muestra al lobo compartiendo un sándwich él. La bibliotecaria cierra el libro. Los niños empiezan a dar explicaciones a ese primer final donde aparece el libro en el piso todo desgarrado: Joaquín: -Lo pisó el cuento. Quería agarrar el sándwich. Federico: -El lobo tenía el cuchillo y el tenedor para comer el sándwich. Guada: -¡Pensé que se había comido al conejo! La bibliotecaria agrega: -Este libro tiene dos finales. En el primero, como dice Guada parecería que el lobo se comió al conejo. En el segundo, como dicen Joaco y Fede, el lobo sólo quería compartir el sandwich con el conejo. Galo, que se mostró atento y cauteloso durante el desarrollo de la lectura, concluye: -¡Acá (haciendo referencia a la contratapa) se ven las patas del conejo que salió corriendo!

1 comentario:

flia schmeigel dijo...

sigo insistiendo jajajaja cuanta imaginación salen de esas cabecitas!!!!hermosos disfruten de los libros besos